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El Zurdo y Cristina, un amor revolucionario

La vida de un matrimonio militante que atraviesa la historia política reciente de la Argentina y una mística que no envejece.



Sus ojos se encontraron un 6 de febrero de fines de los sesenta en un baile de carnaval en el club Unión y Progreso de Rosario la noche que tocaba Palito Ortega. Y ya no dejaron de verse. Él, Rubén Suarez, 18 años, buena zurda para el fútbol y un oficio de soldador que le había llevado dos dedos de su mano cuando tenía 13 años. Ella, Cristina Rodríguez, una empleada de comercio de 17, acompañada por su madre –como era costumbre- portaba unos profundos ojos azules que lo cautivaron de entrada. A partir de ahí fueron novios: “Fue un metejón muy grande”, sinceran y reafirman.

Mientras en el país gobernaba el dictador Onganía y la democracia parecía muy lejana, ellos comenzaron a politizarse en sus lugares de trabajo mientras las puebladas se sucedían en varias provincias: Correntinazo, Rosariazo, Cordobazo, etc.

Tras los primeros pasos en el sindicalismo, el Zurdo (apodo más relacionado a sus destrezas futbolísticas que a sus inclinaciones ideológicas) y Cristina  se sientieron atraídos por el foquismo y la lucha armada y se relacionan con distintos grupos políticos revolucionarios.

Uno de ellos, llamado Comando Che Guevara, toma la comisaria 20 de Rosario y escapa con las armas… pero no llega muy lejos. Un viejo Citroën encaprichado los deja a gamba y son apresados. Él, aunque no fue de la partida, cae en la volteada con su hermano y comienza su derrotero tras las rejas. Tenía 21 años, poca trayectoria política y solo 3 meses de casado.

La primera cana

“Me mataron a golpes. Me rompieron todo por dentro” recuerda el Zurdo de su paso por las cárceles rosarinas. Luego lo trasladan clandestinamente a “Coordinación Federal” en Buenos Aires donde tiene el honor de escuchar un grito resistente que lo llena de valor: “Compañeros, siéntanse  orgullosos de lo que hicieron. El pueblo se los reconoce afuera, no decaigan”. Era Julio Troxer, uno de los fusilados de Operación Masacre que había sobrevivido y los alentaba desde adentro, tan preso como ellos. Eso fue para Suarez un salvavidas anímico. Sobre todo porque acababa de leer el libro de Rodolfo Walsh.

Recién después de ver al juez – que lo acusa de Asociación Ilícita- pudo reencontrarse con Cristina, tras una operación donde le extirparon el bazo, destrozado por mil palizas, y una posibilidad de fuga que rehusó por disciplina orgánica. Luego siguió el recorrido carcelario: Coronda y finalmente Rawson en Chubut.

Cristina, mientras tanto, se integra a una célula del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) y, junto a otros familiares de presos, fundan en ATE Rosario –gracias a la solidaridad del Negro Aguirre, su secretario General- la Comisión de familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG. Rosario). Una especie de organismo de Derechos Humanos previo a la última dictadura que se organizaba para defender y visitar a los detenidos aislados en el sur mientras concientizaba en los barrios sobre la realidad de los presos políticos.

Los que sí estaban concientizados de que las cárceles se llenaban cada vez más de militantes eran los vecinos de Trellew y Rawson que se organizaban solidariamente para recibir a los familiares o visitarlos ellos mismos en calidad de “apoderados”. Entre esos hombres y mujeres solidarios, se destacaban Mario Abel Amaya y, en especial, el Maestro Bell, un docente entrerriano que llegó a ser “apoderado” de Roberto Santucho durante su encierro chubutense. Un hombre extraordinario cuya historia reaparece en un recuadro de esta misma nota.

La Masacre de Trellew

Estando en la cárcel de Rawson el 15 de agosto de 1972, el Zurdo formó parte de la fuga del penal organizada en conjunto con presos erpianos y peronistas que terminó con la Masacre de Trellew, el fusilamiento de 16 militantes revolucionarios a manos de la Marina. Rubén con su grupo no pudo escapar porque no llegaron los camiones que los llevarían al aeropuerto de Trellew y se quedaron a resistir la toma del penal para facilitar la huida de los dos grupos que habían logrado salir. De ellos, uno llegó a Chile y el otro fue detenido y luego fusilado con la excusa de una falsa fuga.

La libertad finalmente llegó el día posterior a una jornada histórica: el 25 de mayo de 1973. En Buenos Aires una multitud, tras la asunción de Cámpora, marchaba hasta la cárcel de Devoto para liberar a los presos políticos de la dictadura de Lanusse. En Rawson, durante la madrugada del día siguiente, los presos arrancaron las rejas con sus manos y abrieron las puertas a la libertad.

Tras la fiesta de bienvenida que les dio el pueblo en la “primavera camporista”, volvieron a sus obligaciones políticas en el PRT instalándose en Buenos Aires. En el mes de septiembre, el Zurdo lidera un grupo que copa el Comando de Sanidad del Ejército y, antes de escapar con las armas, es rodeado por la policía y, finalmente, se entregan. Cae preso nuevamente apenas tres meses después de su libertad. La vida matrimonial sumaba en total un semestre: tres meses, antes de la primera cana, y otros tres antes de la segunda.

Comienza su nuevo periplo tumbero: otra vez a “Coordinación Federal” (hoy Departamento Central de la Policía Federal), luego a Devoto, después Caseros -donde estuvo cerca de ser fusilado en un traslado-, y Chaco donde también tuvieron que abortar un escape por alguna filtración.  

Cristina, por su parte, reasume sus funciones en la COFAPPEG y se instala en Chaco organizando la solidaridad con los presos hasta que el Zurdo es trasladado a Río Gallegos. Allí lo ve por última vez. La represión aumentaba y ya no eran aconsejables las visitas.

Las cárceles del Proceso

El Zurdo, más solo que nunca, vuelve a Rawson, otra vez sede de los presos políticos,  donde es elegido delegado de sus compañeros, mientras en el país se cierne la larga noche de la dictadura. En esos primeros años tras el Golpe, los militares concentran a los presos políticos en la Unidad 9, donde también estaba alojado Cachorro Godoy, el actual secretario general de ATE Nacional. Allí es destinado al llamado Pabellón de la Muerte del que logra sobrevivir y, tras unos años, pasa a Sierra Chica y luego a Devoto.

Cristina vive el exilio interno con sus viejos en un pueblito de quintas, cercano a Rosario, llamado Pueblo Esther. Pudo haberse exiliado con la familia de Rubén en México pero quiso quedarse cerca de él. “Rodeada de la muerte de mis compañeros” y a cargo de un niño que se gestó en esos breves y bien aprovechados tres meses intercarcelarios. Allí laburó de sirvienta, en el campo y de lo que se pudiera mientras despuntaba el vicio de la militancia en la Unión Vecinal organizando a la gente y logrando mejoras para todos.

Así pasaron ocho años sin verse, comunicándose solo por cartas que tardaban meses en llegar a sus manos. Ocho años donde la mayoría de sus abogados eran desaparecidos. Ocho años sin que Rubén pudiera ver a su hijo,  a quien solo tuvo una vez en su brazos en Río Gallegos cuando era recién nacido.

“Cuando lo volví a ver me tuve que refrenar porque no quería apabullarlo. Habían pasado 8 años. Era como un desconocido para él. Pero al rato nos soltamos y todo fue hermoso. Un compañero de cárcel al verlo jugar, me dijo que corría como yo y eso me conmovió” son las palabras elegidas por el Zurdo para evocar esos momentos vividos allá por el 81/82, cuando lo peor de la dictadura había pasado.

Fue liberado en 1984, entrada la democracia, y volvió a abrir una puerta después  de tanto tiempo. “En la cárcel uno nunca abre puertas. Te la abren o te la cierran los carceleros”. Tenía 35 años y ninguna pertenencia, ni siquiera un documento. Así se fue a Pueblo Esther y lentamente se integró a una comunidad que lo esperaba con los brazos abiertos.

Al poco tiempo consiguió un buen trabajo en una empresa de transporte soldando silenciadores y los tres se mudaron a Rosario para una nueva vida.  No tardaron mucho en relacionarse con viejos compañeros, en asistir a reuniones políticas, intentar reflotar el PRT y finalmente abrazan distintas causas. Un Centro de Formación Sindical con la gente de la UOM Villa Constitución que recibía financiamiento externo para el Zurdo y un proyecto de Centros Culturales Barriales para ella. Proyecto que de tan exitoso fue asumido oficialmente por la Municipalidad.

En esos años llegan las dos hijas que completan la familia y el Zurdo pasa a militar en una agrupación interna de la UTA llamada MUITA (Movimiento Unitario Independiente del Transporte Automotor) disputando la seccional Rosario del poderoso gremio perdiendo solo por dos votos.

En los años que siguen alternan militancia, changas y problemas de salud. Una operación a corazón abierto y una intoxicación con cloro lo dejan fuera de carrera por varios años, más cerca del arpa que de la guitarra. Pero seguía siendo un sobreviviente. Una vez recuperado de la primera, se acerca a ATE Rosario a saludar al por entonces secretario general, Gustavo Martínez, con quién había compartido militancia años atrás.

De amigote de Martínez pasa a ser colaborador permanente de ATE Rosario haciendo de “arregla tutti” y para la CTA arma la Comisión de los Trabajadores en Lucha, un espacio que se dedicaba a colaborar con los trabajadores que estaban en conflicto cualquiera sea su sindicato, con sede en ATE.

Cuando en 2010 hay elecciones en la CTA Autónoma, Martínez va como candidato a secretario General en Santa Fe y el Zurdo como su adjunto y responsable, junto a Cristina, del Centro de Jubilados “Raúl Zufritti”.

Así fue como, con cerca de 70 años en el lomo y detrás del sueño de construir una Central fuerte, el Zurdo y Cristina deciden dejar atrás su Rosario natal, con hijos y nietas incluidas, para instalarse en la ciudad de Santa Fe y empezar de nuevo con la militancia como si fueran unos jóvenes llenos de idealismo.

Y allá están, armando actividades con los jubilados, dando una mano a todos los gremios y alimentando una esperanza cargada de militancia. Como a principios de los setenta. ......................

 

 

El Recuerdo de Ángel Bel en un emotivo reencuentro

El zurdo y Cristina, durante su participaron en el Encuentro de Jubilados de ATE realizado a mediados de septiembre en La Pampa tuvieron la oportunidad de reencontrarse 45 años después con Hilda Fredes, presidenta del Centro de jubilados de ATE Chubut y viuda de Elvio Ángel Bel.

El encuentro, tan inesperado como mágico, fue la oportunidad para evocar la figura del maestro correntino que se destacó a principios de los años setenta por encabezar la solidaridad de los vecinos de Rawson y Trellew con los presos políticos de la dictadura de Onganía.

Bel era un maestro entrerriano, militante comunista, que junto a personajes como Mario Abel Amaya o Encarnación Díaz conformaron la Comisión de Solidaridad con los Presos Políticos que colmaban las celdas del penal de Rawson y, en calidad de Apoderados, visitaban a aquellos que tenían muy lejos a sus familiares.

Por esa acción solidaria, tras la Masacre de Trellew, el maestro Bel y otros fueron detenidos y trasladados a Buenos Aires donde sufrieron cárcel hasta el retorno de la democracia. Con la nueva dictadura siguió la persecución y el esposo de Hilda fue secuestrado y desaparecido por efectivos militares el 5 de noviembre de 1976.

Hoy Hilda, en su incansable lucha por la justicia,  ya consiguió que se eleve a Juicio Oral y Público la causa por la desaparición de su compañero y espera el día en que se condenen a sus verdugos.

Ya el Zurdo había declarado en junio del 2012 en el juicio por la Masacre de Trellew y con su testimonio ayudó a las condenas a prisión perpetua e inhabilitación absoluta de Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino.

Dos historias de compromiso, solidaridad y lucha por la Justicia. Dos historias de esas que abundan en nuestra ATE.

Por Honoris


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