Entrevista a Edgardo Montaldo. "Hacíamos villa como en el cielo, porque era un paraíso"
Edgardo Montaldo con 48 años de militancia como “cura villero” y 86 de edad, en esta entrevista realizó un recorrido por su obra, las historias de los diferentes gobiernos y la vocación que lo llevó hasta Ludueña siendo profesor en un colegio salesiano. Despedimos compañero entrañable. Hasta Siempre Edgardo Montaldo.
Este diciembre se cumplen 15 años de aquel de 2001 que conmocionó al pueblo argentino. Quienes desde ATE protagonizamos aquellas jornadas o acompañamos luego a los familiares de las víctimas de la represión policial y gubernamental, tenemos siempre en la memoria, como símbolo de muchos otros, al compañero Claudio Pocho Lepratti, asistente escolar asesinado sobre el techo del comedor en el que trabajaba, en el barrio Las Flores. Edgardo Montaldo fue algo así como el hacedor del Pocho. Con 48 años de militancia como “cura villero” y 86 de edad, en esta entrevista realizó un recorrido por su obra, las historias de los diferentes gobiernos y la vocación que lo llevó hasta Ludueña siendo profesor en un colegio salesiano.
Pocho Lepratti aseguraba que quería un mundo donde entraran todos los mundos, múltiple y solidario. Y algo así ha logrado el Padre Edgardo Montaldo en Ludueña: nombrarlo es tener a todo el barrio adentro, es como abarcar todo el horizonte. No por nada un grupo de jóvenes y vecinos fundaron un club social y deportivo que lleva su nombre. “Mirá que ponerle mi nombre en vida”, se ríe con picardía. Montaldo une justamente porque se ha dedicado a crear lazos toda su vida. Tiene 86 años y más de 48 como “cura villero”. Y aún así, está lleno de proyectos. “Uno se está poniendo viejo, pero siempre tenemos la excusa de que viejo son los trapos”, asegura. Después de tantos años de vida y militancia, afrma que llegó hasta acá satisfecho, aunque dice que siempre podría haber hecho más.
Reside en un geriátrico de zona sur, donde cada tanto pasa alguien y le dedica un saludo o una palabra. Camina despacio con un andador y lleva puestas medias roja y negra, “porque acá somos todos de Newells”.
Respecto de su obra en Ludueña, que incluye el comedor y una escuela, dice que “se dejó encaminado todo. Estoy muy satisfecho, y por todo eso que ustedes renuevan yo me quedo muy contento. La obra que fue de los jóvenes continúa, no fue mía, es de los jóvenes”. Esa continuidad hoy se ve en un proyecto fundamental: ampliar la vicaría y hacer un gimnasio techado para los chicos. Y Edgardo no tiene reparos en pedirle ayuda al poder: “A ver si hacemos que la intendenta nos escuche, porque parece que soy medio famoso y quiere sacarse fotos conmigo, pero yo quiero un gimnasio nuevo, nada fabuloso”.
Todo eso lo hace para los pibes y las pibas de uno de los llamados “barrios calientes” de la ciudad. “El otro día fuimos a una reunión de la escuela afuera, para darle noción a la policía, que los trata bastante mal a los chicos, sobre qué se hace en la escuela. Fue fantástico ver los adelantos, el progreso, todo lo que se ha edificado, la construcción que se ha hecho. En Argentina hay riqueza en bienes pero sobre todo en personas, eso lo descubrí en Ludueña. Así que una lección hermosa que aprendí yo, fue en apreciar a la gente, a la juventud que está tan dispuesta a hacer cosas, maravillas”, relata.
“Y no sé cómo está ahora el barrio, porque la droga ha cambiado las cosas. Antes hacíamos villa como en el cielo, yo decía para mis adentros, porque era un paraíso. En el San José había sido maestro pero ahí me convertí nuevamente en alumno porque aprendí mucho de lo bueno de tanta gente”, explica. “Yo creo que todo lo que se hace con la intención de hacer el bien, o sea para los demás, tiene después sus aspectos y su participación. Este mismo hecho de la escuela a la noche, fue tan lindo de ver con tanta participación que no alcanzan las palabras y ellos van directamente a los hechos. Porque la policía no está acostumbrada a tratar a los jóvenes, los maltrata y es bueno que la escuela salga a educarlos también”, afrma.
Edgardo ha marcado claves de un estilo de trabajo con el que se construyó todo lo que hay hasta hoy. En Ludueña esa militancia es reconocida por los más jóvenes, que retoman sus pasos y continúan una obra que no se hace por capricho, sino como respuesta a necesidades concretas.
Sus inicios
En el Colegio San José era docente. Y fue desde ahí que comenzó a meterse en el barrio, de donde no salió nunca más. “Los salesianos teníamos libre el lunes, como los panaderos. Eran francos pero con atención a los pupilos en el San José. Un día, en el campito de deportes (cerca de donde reside hoy), con otro párroco organizamos una excursión con los villeros de Rosario, llevamos 11 colectivos hasta Buenos Aires, Lujan y Ezeiza. Ya conocía el barrio, habíamos formamos un grupo de pibes, porque todo se hizo con los jóvenes, desde el principio. Y empezó a atender en el Ludueña una doctora, iba todos los domingos y había sido del grupo juvenil. Después fueron unas maestras que también habían sido del grupo juvenil. Eso fue en 1968, ya era un cura rebelde entonces”, recuerda. Entre sus anécdotas, muchas tienen que ver con la situación política del país: “Hubo una época en donde todos nos despertábamos a la mañana y preguntábamos qué gobierno nos toca hoy, si era militar o si no, o si era electo por el pueblo. Nosotros depende como se venía el gobierno nos poníamos o nos sacábamos la sotana, porque para algunos gobiernos cura villero era directamente sinónimo de comunista”.
“Hoy Ludueña es diferente, la gendarmería no tiene ni psicología ni pedagogía, los militares tampoco, entonces hacen desastres, matando, reprimiendo, como si las muertes detuvieran el mal que se viene con las drogas, pero no”, evalúa.
Fidel Castro
“Yo creo que el hombre ha hecho su revolución y Cuba fue toda una historia que tiene a muchos entusiasmados. Yo creo que a su manera mantuvo una resistencia que me parece que hacía falta. Yo no hubiera ido al Vaticano, pero sí hubiera ido con gusto a Cuba”.
Pocho
“Yo no sé si él hubiera querido casarse y formar una familia más adelante o seguiría con sus votos salesianos, pero él tenía muchas 'enamoradas' en el barrio. Porque era hermoso en todo sentido, era arrasador, enamoraba. El Pochotenía algunas cosas con las que yo disentía un poco, que eran las improvisadas. Se iban un día a la isla de campamento, y llegaba el día y la gente que quería ver organización y el Pocho era así, espontáneo, muy mandado”.
*Equipo de Comunicación ATE Rosario.