Mujeres, identidades y género revelados a través de “agujeritos para mirar a trasluz”
Romina Marucco, trabajadora social y directora de Diversidad Sexual en la Municipalidad de Rosario, habla sobre su libro “Descosidas”, un compendió de historias breves que buscan dar voz a una pluralidad de mujeres invisibilizadas.
Descoser el lenguaje, los conceptos, la sexualidad. No desde un fluir que no sedimenta, sino desde un renacer, desde lo que deja el estado anterior, con memoria. “Uno hace porque hay una memoria”, afirmó Romina Marucco en una extensa charla con El Ciudadano en la que se dispuso a desandar el camino de Descosidas, su primer libro. El material reúne relatos breves que ponen a quien los sigue en distintos escenarios, en los diálogos, en los olores, en los sabores, en los matices. “Quise discutir con algunas nociones, como la de la sexualidad como algo que no está en constante movimiento. Así también con la identidad, y en relación con las contradicciones propias que tenemos en nuestras vidas, en nuestros vínculos”, apuntó la autora. “Cuando pensamos en identidad no es algo que uno va haciendo, es la suma de situaciones de otras identidades que te pasan por el cuerpo y algo queda ahí y se encarna. Podemos pensar que la identidad de uno es la suma de identidades de otros y en cuánto de la identidad propia queda en la del otro”, dijo. Y completó: “La idea era también poder descoser eso, lo singular y lo colectivo”.
“La idea es que estos personajes pudieran decir cosas que nosotros decimos en la vida cotidiana y quedarme con lo micro de los espacios chiquitos, de que pudieran hablar de eso que pasa desapercibido. Quería dar voz a las trabajadoras del hogar, a las empleadas domésticas que creo que en esta pandemia fueron unas de las que sufrieron mayores vulneraciones. Qué pasa, qué pueden decir, dónde son escuchadas. Esas cosas, me interesaba que se pudieran escuchar. Algunas cosas que se dan como cerradas, a las matrices que se reproducen todo el tiempo, que aparecen como algo compacto, le quise hacer agujeritos y mirar a trasluz”, describió.
La infancia
Marucco es trabajadora social, actualmente es Directora de Diversidad Sexual en la Municipalidad de Rosario, activista feminista y militó en HIJOS desde su fundación, en 1995. Cuando era chica, en Las Rosas, su mamá tenía la teoría de que a los jóvenes había que alejarlos de las pantallas, entonces le daba hojas y lápices y la ponía a dibujar o escribir. “Había tele en casa, pero no estaba disponible. Tenía prohibido mirar novelas, mi mamá me decía: «Si querés una novela anda a la biblioteca». La teníamos muy incorporada. Mi abuela tenía una librería. Era también distribuidora de diarios y revistas. Me crie entre libros”, recordó. Y como parte de esa herencia está la corresponsalía del diario rosarino La Capital: “Era trabajo de mi bis abuelo que cuando se murió se lo pasó a mi bisabuela y después a mi mamá. Fue una cosa que fue pasando de generación en generación. Muy loco”, recordó.
Entre sus diarios íntimos, Marucco descubrió el poder de catarsis de la escritura. “Mi mamá es psicoanalista y tengo el recuerdo que le contaba algo y me decía, escribilo. No sé, mis miedos a la noche. Me hacía escribir. Siempre me gusto contar historias, y siempre tuve facilidad”, destacó.
Descocidas se presenta como su primer libro, aunque el año pasado formó parte de los caminos trans desde una vivencia singular a una colectiva. “Es un trabajo que hicimos durante un año juntándonos en un centro de convivencia barrial en Villa Banana. Son cinco historias biográficas, relatadas desde la oralidad, y yo las escribí. Ahora estamos tratando de imprimirlo”, contó.
“Yo soy educadora social. La herramienta de la escritura en el trabajo es fundamental. Sobre todo, para volverlas a leer, tomar distancia. Hace muchos años que hay parte del trabajo que registro y armo. Eso está dentro del secreto profesional. Pero cuando volví a Argentina hace ocho años (vivió en Barcelona) empecé a escribir algunas historias de mujeres que habían pasado en algún momento por los lugares donde trabajé. Empecé a escribir algunas cosas, pensando en hacer un trabajo de prácticas. Después algunas de esas cosas que quedaron ahí las empecé a ficcionar en relatos”, contó sobre la génesis de Descosidas.
“Escribir es un cable a tierra para mí. Trabajo todo el día en situaciones tremendas. Nadie llega a mi encuentro porque está bien. Entonces escribir es una posibilidad de sublimación”, confesó.
Pero a esas historias se sumaron las propias. En un momento, los relatos empezaron a tomar forma de libro, una carpeta en el escritorio de la computadora así lo marcaba y se empezó a mezclar con la “distopía” de la pandemia. “Estaba haciendo un taller de escritura que hacía con Laura Rossi que es una escritora muy grosa. Tenía otros relatos autobiográficos, eran de otro taller que había hecho con ella. Venía pensando en cómo la pandemia desnudó cosas que ya sabíamos. Eso que se dice que el bueno es más bueno, el malo más malo. Que siempre se puede caer más abajo, toda esa cuestión distópica. Todas las aristas que tiene, los matices, los grises. En eso me vino la cuestión de poder descoser esas matrices, ese blanco y negro. Pero en eso de poder contar esas historias que me pasaron por el cuerpo empecé a pensar en porque no me ponía yo. Porque hay algunas que están contadas también por otras personas pero que también me pasaron a mí. Poder descoser que es lo tuyo y que es lo del otre”, postuló.
“La pandemia, una de las cosas que demuestra, es la falta de solidaridad. Es algo tan simple: se habla de la responsabilidad individual y sigue habiendo no sé cuántos muertos y contagiados por día. Aunque pensemos que estamos solos, porque es el lugar en el que estamos inmersos por la sociedad capitalista, el lugar del sálvese quien pueda, los dispositivos de poder que te hacen creer que uno se salva solo, no es verdad. Qué es lo que separa lo que es tuyo y lo que es del otre. No se puede ver tan fácilmente. La idea era también poder descoser eso, lo singular y lo colectivo”, apuntó.
Lo personal es político
En los últimos años, las luchas de los feminismos y la diversidad pusieron sobre el tapete que lo personal es político. Que lo que se hace influye en el otre y viceversa. “Decidí contar todas historias de mujeres, lesbianas, bisexuales, lo que no toqué fueron las mujeres trans porque ya había abordado la temática en el otro libro. Cuando escribí, sí quería hacer hincapié en que el hecho de ser mujer no te hace feminista y que una situación de violencia puede tener veinte millones de aristas. Que las historias no siempre son tan mecánicas o con una causa-consecuencia. Quise discutir con algunas nociones como la de la sexualidad como algo que no está en constante movimiento o la identidad en relación con las contradicciones propias que tenemos en nuestras vidas”. Y para eso, Marucco creó escenarios: “Me interesaba que hubiera momentos en los que pudieras sentir hasta el olor. Por lo chiquito. Eso que uno hace mecánicamente pero que si volvés a pasar por ese momento, te das cuenta. Si te detenés y prestás atención, lo encontrás”.
El libro tuvo su presentación en marzo, en el marco del #8M, en ATE. “La idea era que se presentara en un lugar de lucha y para mi ATE Rosario es el primer sindicato liderado por mujeres, feminista. Se llenó la capacidad que había. Se trata de seguir discutiendo, de seguir haciendo. Y poder transformar aquello que viene oprimiendo y que siempre encuentra otras formas. El heteropatriarcado siempre encuentra formas para colarse, para meterse y para obstaculizar el tejido colectivo. Se trata de estar atentas y de discutirlo todo”.
*Fuente: Daniela Barreiro para Diario El ciudadano