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Paradoja esencial: sectores precarizados y feminizados

El contexto de aislamiento social ante la pandemia de COVID-19 complejiza aún más los conflictos de intereses clásicos del sistema capitalista patriarcal. El Estado es un escenario más donde éstos se representan.



*Por Lorena Almirón


Las políticas salariales se ven afectadas por la emergencia sanitaria y la falta de voluntad política para generar recursos desde los sectores más pudientes. Pero además, las consecuencias económicas que esto genera en algunos sectores, están sostenidas por la cultura machista, cerrada y secretista de algunos dirigentes. La falta de democracia sindical y de espacios de discusión con las bases de trabajadoras y trabajadores no es nuevo, pero se visibiliza aún más en este escenario.

Por otra parte, los aumentos salariales en forma de ‘premios’  o ‘bonos’ no recomponen los salarios, ni la seguridad social. Además ocultan y acrecientan asimetrías y brechas de larga data, principalmente referida al género.

 

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Veamos algunos ejemplos: la base de la pirámide, las categorías más bajas, son la casi totalidad de personal estatal. La cúspide es integrada por pocas personas. Esta brecha es muy notoria en el caso del Ejecutivo Provincial, donde unas pocas personas ocupan las categorías más altas.

Cuando hablamos de brecha salarial, nos referimos, por ejemplo, a la diferencia de sueldo de una mujer enfermera respecto de un administrativo varón en el Ministerio de Justicia ¿son similares responsabilidades?

Existen sectores feminizados, vinculados a la extensión de tareas de cuidados en el hogar (educación, salud, desarrollo social) frente a sectores masculinizados (vinculados a la justicia, infraestructura). En el caso de nuestro sindicato: en el sector Educación el 91.57% somos mujeres; en el sector salud representamos el 74.60 %; en el CONICET esa brecha entre varones y mujeres se achica: 55.43% mujeres y 44.57 varones;  en el Ministerio de Justicia 54.41% son varones y 45.59% mujeres.

A su vez, al interior de cada sector, se encuentran profesiones masculinizadas y mejores pagas, cargos de jerarquía ocupados por varones que pudieron dejar a sus hijes al cuidado de una mujer, que les liberó fuerza de trabajo para ascender en su carrera administrativa.

 

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En este sentido, además del reclamo legítimo por la compensación salarial, el contexto es propicio para realizar un diagnóstico profundo sobre asimetrías por ministerio, sector, profesión y ensanchamiento de una base precarizada, de acuerdo al género, la función "esencial" y las características sociopolíticas e históricas de cada lugar de trabajo.

La deuda es fundamentalmente con asistentes escolares, servicios generales y enfermería en salud, todo el personal de desarrollo social y las mismas trabajadoras del área de género, todas funciones consideradas esenciales y que sostuvieron su trabajo durante el aislamiento.

Es momento de mirar hacia el interior de las estructuras y escalafones, nacional, municipal y provincial y generar mecanismos mixtos a cargo de esta tarea, para implementar primero salarios y condiciones dignas y además un bono, pero de justicia, equidad y reparación en la distribución de recursos y privilegios en la administración pública.

*Lorena Almirón, Secretaria General de ATE Rosario